Un tratado histórico para enfrentar las pandemias con equidad y cooperación global

Julián D’Angelo

En una votación sin precedentes, 124 países miembros de la Organización Mundial de la Salud (OMS) aprobaron este martes el ambicioso Tratado Global sobre Pandemias, un acuerdo que marca un antes y un después en la gobernanza sanitaria mundial. Tras tres años de intensas negociaciones, atravesadas por tensiones geopolíticas y debates sobre las desigualdades en el acceso a vacunas y tratamientos, el consenso finalmente se hizo realidad.

Este tratado nace como respuesta directa a las duras lecciones dejadas por la pandemia de Covid-19, que cobró la vida de cerca de 20 millones de personas en el mundo, y busca fortalecer la cooperación internacional para enfrentar futuras crisis sanitarias con mayor eficacia y equidad.

Uno de los puntos centrales del acuerdo es el compromiso de garantizar un acceso justo a recursos esenciales como vacunas, medicamentos y tecnologías médicas. Para ello, se creará un Sistema de Acceso a Patógenos y Reparto de Beneficios (PABS), que obligará a las farmacéuticas a reservar al menos el 20% de su producción para distribución solidaria coordinada por la OMS. De ese porcentaje, un mínimo del 10% deberá donarse, mientras que el resto se ofrecerá a precios accesibles para países con menos recursos.

El tratado también establece la creación de una Red Global de Logística y Suministros (GSCL) y promueve el principio de “Una sola salud”, que reconoce la conexión entre la salud humana, animal y ambiental para prevenir futuros brotes. Además, exige que las inversiones públicas en salud vayan acompañadas de precios justos y transferencia tecnológica, buscando evitar las desigualdades que quedaron al desnudo durante la última pandemia.

Aunque celebrado como un avance histórico, el tratado aún deberá ser ratificado por al menos 60 países para entrar en vigor, y algunos detalles clave, como los mecanismos de financiamiento y la implementación del PABS, se definirán en 2026.

El objetivo es claro: construir un marco global más justo y coordinado para enfrentar las pandemias venideras, evitando repetir los errores del pasado.

Y esos errores fueron costosos. Hace poco más de cinco años, el Covid-19 se transformaba de una crisis sanitaria a una emergencia económica, social y humanitaria. Cerca del 80% de los trabajadores del mundo se vieron forzados a adaptarse al teletrabajo, la educación virtual o la inactividad total. Más de la mitad del Producto Bruto Interno (PBI) global quedó paralizado por confinamientos que superaron cualquier crisis económica del siglo XX.

El impacto social fue devastador: la pobreza extrema aumentó en 97 millones de personas a nivel global, y en América Latina y el Caribe la tasa subió del 13,1% al 13,8%, retrocediendo casi tres décadas. Además, el hambre afectó a 150 millones de personas más entre 2020 y 2021.

El Dr. Bernardo Kliksberg, presidente de nuestro centro y reconocido experto mundial, señaló que la pandemia no afectó a todos por igual. “El Covid-19 interactuó con las desigualdades sociales ya existentes, golpeando con mayor fuerza a quienes tenían menos recursos, acceso limitado a servicios básicos o pertenecían a grupos históricamente marginados. La lucha contra la desigualdad se vuelve así un desafío central revelado y profundizado por esta crisis”, afirmó.

Esta severa crisis puso a prueba la solidez de los sistemas de salud, público y privado, y la capacidad de respuesta de los Estados, no sólo en términos sanitarios, sino también respecto a sus políticas económicas y sociales. Y también sometió a una durísima prueba a las empresas.

Desde antes de la pandemia, expertos ya alertaban sobre la amenaza que representan las crisis sanitarias para la estabilidad global. En 2011, los profesores de Harvard Joseph Bower, Herman Leonard y Lynn Paine identificaron las pandemias como una de las mayores amenazas al capitalismo del siglo XXI en su libro Capitalism at Risk: How Business Can Lead.

De igual manera, el Informe sobre Riesgos Globales del Foro Económico Mundial, presentado cada año en Davos, ha incluido a las pandemias entre los principales riesgos en los últimos tiempos, especialmente tras la experiencia del Covid-19.

El informe destaca que, aunque las pandemias siguen siendo una amenaza latente -con brotes recientes como el virus de Marburgo, la viruela del mono y la gripe aviar-, la percepción del riesgo puede disminuir con el tiempo, lo que podría traducirse en una menor inversión en preparación y respuesta. Esto, advierten los expertos, es preocupante, pues la falta de preparación solo agravaría el impacto de futuras emergencias sanitarias.

Este nuevo tratado no solo interpela a los gobiernos, sino también al mundo empresarial. Las pandemias han demostrado ser un riesgo sistémico capaz de paralizar economías enteras y poner en jaque la sostenibilidad de los negocios. Por ello, las empresas no pueden permanecer al margen: deben asumir un rol activo en la construcción de sociedades más resilientes, inclusivas y preparadas. Invertir en salud pública, colaborar en la innovación con propósito y actuar con visión de largo plazo no es solo una cuestión ética, sino también estratégica. La prevención y la equidad deben formar parte del nuevo contrato social que necesitamos construir entre todos.

Director del Centro Nacional de Responsabilidad Social Empresaria y Capital Social (FCE-UBA)

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