Sufrió trastornos alimenticios y ahora elabora alfajores, masas dulces y productos saludables para que todos puedan disfrutar el comer

“Yo tuve una muy mala relación con los alimentos hasta los 26 años de vida. Fue mucho dolor”, dice Elizabeth Barrientos (36) al comenzar a contar la historia de “Nanna, manjares saludables”.

Hace cuatro años, la escribana y abogada decidió comenzar con este emprendimiento que promueve hábitos alimenticios que no son vacíos, sin imaginar que se iba a convertir en su sostén de vida y el motor para seguir difundiendo una forma de comer que aporta nutrientes y ayuda a tener una buena alimentación, sin tanto sufrimiento.

Como cuenta, Eli toda su vida padeció diferentes trastornos alimenticios, pero el día que entendió ¿para qué uno se nutre? cambió todo. “Ese fue el click”, dice a ADNSUR. “Porque esto comenzó hace mucho tiempo y en la búsqueda de mi propio cambio personal me encontré con muchas frustraciones. Siempre sucedía lo mismo: me encontraba con dietas muy restrictivas, efecto rebote y salud mental cero”, confiesa. 

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Elizabeth Barrientos es la creadora de Nanna, manjares saludables. Foto: Archivo familiar.

De Santa Fe al sur de Chubut y un cambio de vida 

La emprendedora nació en Santa Fe, pero cuando terminó la secundaria, vino a vivir a Chubut. Puerto Madryn fue su primera escala y hace 15 años decidió mudarse a Comodoro Rivadavia, la ciudad donde conoció a Adrián, su pareja y al padre de su hija.

Ambos vivían una situación similar con los alimentos, hasta que un día decidieron buscar la forma de cambiar su estilo de vida y fueron por todo. “Fue enfrentarnos a una realidad, los dos sufríamos de muchas maneras, porque hasta que uno mismo no se da cuenta, por más que el resto lo diga, son palabras vacías”, admite. “Me acuerdo que en esa época abrió un box de crossfit a la vuelta de su casa, y un día, cuando iba a trabajar, lo vi y quisimos ir a probar”.

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Eli admite que les gustó lo que encontraron. Había motivación y otra comunidad que los hizo sentir acompañados. El primer día, casi no se podían mover del dolor muscular, pero una vez que se recuperaron, regresaron y nunca más dejaron de hacerlo. “Eso fue lo que nos motivó a volver y lo hicimos juntos”, dice con orgullo a la distancia, pero ese solo era el principio.

Los resultados a poco comenzaron a notarse y al ejercicio le sumaron un cambio en su alimentación. Como dice: “fue aprender a ir al súper, cambiar la cocina de nuestra casa y los hábitos diarios, desde coordinar qué horario puedo entrenar, dejar las excusas también y hacer algo por uno mismo». 

«A medida que fue pasando el tiempo y vimos los cambios, que teníamos más energía, empezamos a entrenar en doble turno, subimos al cerro por primera vez. Nos dio vitalidad”.

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Así, en base a ejercicio y una mejor alimentación, su vida comenzó a cambiar. Lo notaban en el espejo y también en el reconocimiento de los demás, pero había un problema: la vida social iba por otros carriles y, al igual que les pasa a los veganos o a los intolerantes a la lactosa o al gluten, se encontraba en fiestas o reuniones llenas de tentaciones que no aportaban a su cambio de vida, y lo sufría.

“Me costó muchísimo. Sufría mucho con las salidas, lo social; no estaba mentalmente preparada para continuar con ese cambio que venía haciendo regularmente, porque el cambio mental es lo más difícil de llevar en el día a día. Me costó hasta que entendí que somos seres sociales, que las dietas estrictas no sirven y empecé a flexibilizar, pero buscando alternativas que me gusten. Eso me fue llevando a buscar más información y el click lo terminé de hacer con la llegada de mi hija.”

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A los 26 años, Eli sintió que tenía que cambiar su estilo de vida y en el ejercicio y la buena alimentación encontró hábitos saludables para hacerlo. Foto: Nanna, alimentos saludables.

Con dolor, Eli admite que no quería que su hija viviera lo mismo que vivieron ellos. Pensaba que le iba a dejar para su vida y, mientras avanzaba su embarazo, comenzó a contactarse con profesionales pediátricos especializados en alimentación complementaria. En el camino, descubrió un mundo nuevo, repleto de opciones y alternativas, y estaba dispuesta a afrontarlo.

“Muchísimos profesionales me ayudaron a ampliar mi conocimiento, porque con la llegada de mi hija cambió de un extremo a otro la alimentación. Conocí muchísimos ingredientes que no conocía y empecé a cocinar para mí y para ella. Así encontré los dátiles que un amigo salteño me recomendó. Comencé a hacerle a mi hija bomboncitos de dátiles, las nanna bols, una pelotita de frutos secos con agregados de chocolate, y empecé a regalar a mis amigos. En ese momento, me acuerdo que trabajaba en la escribanía y les llevaba a mis compañeras de laburo, y me decían: ‘¿por qué no te pones a vender esto si no existe?’. Y era real, yo cuando llevaba lo que hacía tenía que explicar que eran los dátiles y lo demás.”

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A Eli le gustaba la idea de tener su propio emprendimiento, pero dudaba en hacerlo o no. Era madre, trabajaba 8 horas diarias y sentía que, si lo hacía, tenía que ser con mucha responsabilidad. Pero un día, de tanto pensar, dijo: «¿Por qué no?» y comenzó.

Giovana fue la inspiración de Eli para comenzar a buscar recetas más saludables. Foto: Archivo familiar.

Dar el salto a un nuevo oficio

En su mente, aún recuerda aquella primera venta y lo que significó. “Hice el Instagram, mis compañeras de trabajo me ayudaron con las etiquetas y fue una locura. Nunca pensé que iba a tener la repercusión que tuvo. Las entregas iban a ser el sábado, la venta comenzó un martes o un miércoles y fue buena; la segunda se duplicó y eso me llevó a tomármelo con mucha responsabilidad e ir ampliando la elaboración”. 

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Así comenzó Nanna y, poco a poco, comenzaron a aparecer nuevos productos, entre ellos el alfajor 70/30, un alfajor crudo y vegano de cinco ingredientes: almendra, dátiles, coco rallado, relleno de dulce de leche y cobertura de chocolate, siguiendo la filosofía alimenticia que había aprendido.

El alfajor 70/30 es una de las primeros productos de Nanna. Foto: Nanna, manjares saludables.

Poco tiempo después, decidió comprar su propio horno deshidratador porque Nanna realiza sus propias harinas, y fue un vuelco total al emprendimiento por la posibilidad de hacerlo desde cero con sus propios procesos. Es que Nanna busca ser 100% original y saludable en todo su proceso. 

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“Es llevar lo conocido a lo saludable porque hay una investigación detrás de cada ingrediente que utilizamos; ningún ingrediente hace mal. Entonces, tiene que ver con poder fabricar un alimento funcional de manera integral, que te aporte el placer que buscamos al comer, pero que no te haga mal si tienes alguna patología o si no la tienes. Nuestra propuesta tiene que ver con crear alimentos antiinflamatorios que te aporten algo más, porque la mayoría de los ingredientes tienen beneficios para nuestra salud cardiovascular, mental, metabólica y emocional. Es muy amplio.

“Y hacemos todo, excepto algunas cosas, como por ejemplo un dulce de leche, pero hacemos nuestras harinas que se limpian, se activan y se deshidratan en los hornos. Usamos harinas de frutos secos y semillas, de granos integrales, granos agroecológicos y germinados. Tenemos dos granos: sarraceno y mijo. El procedimiento lleva tres o cuatro días y luego se hace harina. Pero todas las preparaciones salen de eso: desde la pasta de frutos secos, el dulce de frutos rojos, que lleva dos semillas muy potentes». 

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«Todas las recetas son de Nanna y se busca que sean ricas, que tengas una digestión amigable y puedas sacarte esas ganas de comer algo rico.”

Los productos son ricos al paladar, desde el alfajor 70/30 hasta las bolitas de dátiles y los bizcochos saborizados. También hay crudi con dulce de leche, crudivegano, alfajores sin lactosa, pastelería, alfajores de nuez, sin cobertura y el alfajor “Abuelo Oscar”, apto para personas con diabetes y en homenaje a su abuelo.

Es que uno de los objetivos de Ely es ayudar a las personas con diabetes a que puedan comer algo sin que les haga mal. Ella sabe lo que sienten por su propia experiencia. Su papá sufrió diabetes y falleció a los 61 años producto de las complicaciones que le trajo la enfermedad. Desde entonces, todos los alimentos que elabora Nanna son de bajo índice glucémico, apto para personas con diabetes.

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Eli junto a su papá, quien inspiró el alfajor del abuelo.

Una vida más saludable

Eli cuenta que alguna vez tuvo prediabetes, resistencia a la insulina y estuvo medicada por colesterol e hipertiroidismo, pero con todos los cambios que hizo, hoy ya no toma ninguna pastilla. En gran parte, esto es gracias a Nanna y todo lo que significó para su vida y el sostenimiento de su alimentación saludable.

Hace un tiempo, la emprendedora tiene su propio local en barrio Presidente Ortiz y cada día busca que su comunidad siga creciendo para fomentar estos hábitos saludables.

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“Para mí es fundamental que la gente entienda que el cambio lo tiene que hacer en su casa, en su alacena, cuando va al supermercado. Nana es una experiencia aparte, cuando lo necesitás, va a estar. Pero el verdadero cambio comienza en la casa. Acá llega mucha gente que quiere mejorar su alimentación, pero también mucha gente que tiene alguna enfermedad, porque, más allá de ser rico, pasó a ser ‘anda allá que no te va a hacer mal’, y lamentablemente esto va a seguir creciendo porque muchos alimentos ultraprocesados hacen que nuestro intestino esté detonado.”

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Eli está convencida: “merecemos una vida mejor” y asegura que solo se puede lograr en comunidad. Por eso, quiere que Nanna siga creciendo. “Es lo que quiero. Por supuesto, he querido tirar esto muchas veces porque siento que es mucha carga a medida que vamos creciendo y hay muchas trabas. Sin embargo, es un proyecto muy especial y la propia comunidad me incentiva a seguir. Pero mi deseo es que Nanna siga creciendo y que la gente se dé cuenta de que hay otras alternativas”, dice la abogada que se animó a romper el molde y construir su propio emprendimiento de alimentos saludables.

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