Casi al final de Volver al Futuro 2, una película que difícilmente podría acercarse al universo de las obras de Pedro Almodóvar, el personaje de Christopher Lloyd, el “Doc”, lanza una frase cargada de descubrimiento y enseñanza humana. Después de todo, es un científico.
“Los viajes en el tiempo son demasiado peligrosos”, le dice a Marty. “Mejor me dedico a estudiar el misterio del universo: ¡las mujeres!”, concluye con determinación. No está nada mal para una película que termina con un to be continued.
Este martes no solo ha muerto Marisa Paredes, una de las grandes actrices del cine español, sino también una chica Almodóvar, la protagonista de una de las películas más importantes del director manchego: La flor de mi secreto. Si bien todas las películas del director de Mujeres al borde de un ataque de nervios exploran el secreto femenino, quizá ninguna lo hizo de una manera tan profunda como La flor… . La película definitiva de Marisa Paredes.
La flor de Marisa, misterio del universo
Desde los comienzos del boom almodovariano, con el surgimiento del destape español y la movida madrileña, Marisa Paredes se unió a Almodóvar, justo en el momento en que comenzaba a filtrarse la luz tras la dictadura de Franco. Literalmente: uno de sus primeros papeles como chica Almodóvar fue en Entre tinieblas, la película en la que da vida a una monja díscola, Sor Estiércol, junto a hermanas interpretadas por Carmen Saura y Cecilia Roth.
Paredes, esa enredadera corporal y vibrante de vida, había iniciado su recorrido un poco antes, junto a un prócer del cine español: Fernando Fernán Gómez, y en la serie de culto Historias para no dormir (dirigida por Chicho Ibáñez Serrador, hijo de Narciso). Sin embargo, su obra maestra florecería en los años ’90. Su secreto revelado.
Si La flor de mi secreto es la película esencial sobre la psiquis y los secretos femeninos, sobre los vaivenes de una mujer que oscila entre su pareja, sus dotes para la escritura y su familia, es porque, como toda mujer, encierra la complejidad de ser, al menos, dos personas en una.
Leo (un nombre simple y brillante para alguien dedicado a la lectura y la escritura) utiliza un seudónimo para escribir: Amanda Gris, autora de novelas rosas al estilo de Corín Tellado. Ese es solo uno de sus secretos.
El otro enigma es que es alcohólica, que está desesperadamente enamorada (más bien obsesionada) con su marido, genial y sobrio Imanol Arias, un militar capaz de inventar los conflictos bélicos más lejanos con tal de alejarse de esa guerra con Leo. Una relación de afecto de corte marcial.
La flor de mi secreto: una familia y una música ditintas
Las familias en el cine de Almodóvar son únicas. Hay exesposas que disparan desde una moto (Mujeres al borde…), o amas de casa que se defienden ante sus maridos violentos (¿Qué he hecho yo para merecer esto?).
Leo es Amanda Gris. Es dos mujeres, es tres o más. También quiere ser una escritora que no se parezca en nada a Amanda Gris. Junto a su hermana y su madre, interpretadas por Rossy de Palma y la genial Chus Lampreave, quien aparece en casi todas las películas de Almodóvar, forma parte de un triángulo familiar, femenino y escaleno: tenso, disfuncional y en equilibrio. Y es que La flor de mi secreto no solo es un retrato profundo de la psiquis de esa mujer, sino también un melodrama moderno y extraordinario, donde la esencia musical impregna toda la película.
Tal vez los mejores momentos musicales de Almodóvar (y eso ya es decir mucho) se den en esta película: el Miles Davis flamenco de «Soleá», Chavela Vargas poniendo palabras al sabor de la distancia (“Quiero ver a qué sabe tu olvido…”), «Tonada de luna llena» interpretada por Caetano Veloso (“Así es cómo se enamora / Tu corazón con el mío”), Bola de Nieve, y una de las mejores bandas sonoras de Alberto Iglesias, compositor habitual del cineasta, que incluye su poema cantado por Lampreave, “Mi aldea”.
Marisa Paredes, toda de azul
Los múltiples matices y secretos de Leo / Amanda / Marisa estallan aún más cuando su vida se cruza con la de Ángel (Juan Echanove). Y Paredes florece una vez más, tomando la figura de la protagonista femenina de Casablanca, cuando Ángel, desesperado por conquistarla y protegerla, se convierte en su protector.
Echanove, en su papel de arcángel guardián, le pregunta a Leo: «¿Recuerdas la escena del bar en Casablanca? Bogart le dice a Ingrid: ‘Los alemanes iban de gris y tú, toda de azul’. De azul vestías, Leo, el día que, huyendo de tu vida, te cruzaste con la mía«. Es una de las asombrosas escenas de una película que en breve cumplirá treinta años.
¿Cómo definir a Marisa Paredes? Como una sonrisa del gato de Alicia, que desaparece en segundos para expresarse, muda y enérgica, con el silencio de sus ojos. Si la actriz fuera un vestido, sería una solera: una prenda única, sin mangas, escotada. Una vestimenta que define al cuerpo y la voz
La flor de mi secreto estuvo a punto de llamarse igual que la escena de imploración de Leo (el cuerpo quebrado como un violín a punto de vibrar, los ojos grisáceos y rosados, su silueta delgada, sombra esquelética) a su marido: ‘¿Hay alguna posibilidad, por pequeña que sea, de salvar lo nuestro?. Una voz que susurra.
No es una coincidencia. Esa frase tiene algo de bolero, como muchos de los títulos melodramáticos de Almodóvar: Carne trémula, La mala educación, La piel que habito… Son nombres que se quedan grabados en la memoria y se experimentan como si fueran canciones. Se oyen.
Como la voz de Marisa Paredes, misterio del universo, aunque hoy haya partido.