Hay momentos en la vida de una persona en donde el dolor envuelve por completo. Sobre todo cuando se trata de la partida de una persona muy especial, como le ocurrió en el año 2000 a Pachu Peña, quien no llegó a despedir a su mamá en Rosario.
En una historia que pocas veces contó y que muchos desconocían, el humorista carga con una gran angustia detrás de esa sonrisa y carisma único que con el que conquistó a todos; en una charla con Mariano Iúdica para Infobae, el ex integrante de Videomatch reveló todo.
“Mi mamá era diabética y nunca se cuidó. Entonces después se agravó mucho, se le dañaron los riñones y ahí se complicó todo. Fue un poco la causa de su partida. Eso, no haberla controlado o aconsejarle, ¿no? Quizás sabía que era diabética, pero no estaba informada”, deslizó.
Pese aque era otra época, eso es algo de lo que Pachu se arrepiente: “Hoy en día uno se informa mucho, por las plataformas, por el celu, porque te llegan cosas y por las campañas que hay, masivas y que están muy bien. Si sos diabético te tenés que cuidar y seguir un montón de pautas. También habrá disfrutado su vida, a su manera. Pero eso, no haberla aconsejado”.
EL DOLOR DE PACHU PEÑA POR LA MUERTE DE SU MAMÁ
Dado a que esa dolorosa situación coincidió con uno de los mejores etapas laborales de Pachu, en el momento más crítico de la salud de su mamá el humorista estaba trabajando. En una charla que tuvo con su papá, ni bien supo de su situación emprendió viaje de Buenos Aires a Rosario pero lamentablemente no llegó a despedirla.
“Sanaría la espina de no haber estado al despedirme de mi mamá. Creo que es un dolor compartido. Yo estaba acá en Buenos Aires, grabando, y mi viejo me llama y me dice ‘mamá está muy mal, no sé cuánto más le queda’. ‘Corto acá y voy para allá’. ‘No, quédate tranquilo, no manejes de noche, es peligroso’”, detalló.
Conmovido al borde de las lágrimas, agregó: “Mi viejo me cuidaba a mí. Salí muy temprano para Rosario, tipo 06:00, apenas estaba amaneciendo. Y llegué y ya había fallecido. Me enteré en el camino y fui al sanatorio donde estaba internada. ‘Déjenme verla’. No me dejaron despedirme. Me quedó esa espina de haberla despedido o estar de la mano sus últimos minutos u horas de vida. Creo que a ella también le hubiese gustado. Pero pienso que mi vieja me está iluminando de arriba. Mis viejos son como mis ángeles, me protegen”.