Jorge Rial, el ganador invisible de las elecciones bonaerenses

Las elecciones bonaerenses dejaron un resultado que pocos se animaban a anticipar: una contundente victoria del peronismo y un retroceso significativo de La Libertad Avanza en el principal distrito del país. Lo llamativo es que uno de los grandes ganadores no figuraba en ninguna boleta ni encabezaba acto partidario: Jorge Rial, cuya influencia a través de la difusión y amplificación de los audios de Diego Spagnuolo resultó decisiva para configurar el clima social de los últimos días de campaña.
El llamado “Coimagate” no fue una anécdota menor en un escenario marcado por la apatía ciudadana tras las elecciones provinciales anteriores. Las revelaciones iniciales del periodista Mauro Federico sobre supuestos pedidos de coimas en la Agencia Nacional de Discapacidad encontraron un megáfono inesperado en Rial, que desde sus redes sociales y programas convirtió la filtración en tema central de la conversación pública. El “Coimagate” no solo expuso a Karina Milei y su armado político, sino que también instaló la idea de un oficialismo atravesado por la corrupción en apenas año y medio de gestión.
Ese golpe mediático caló hondo en un humor social ya deteriorado por la economía. El entusiasmo inicial con la llegada de Javier Milei al poder, acompañado de un arranque prometedor en 2025 (con cierta calma cambiaria), se desvaneció rápidamente. La inflación se amesetó, el consumo se retrajo y el bolsillo marcó la agenda. El resultado: la apatía previa mutó en enojo y ese enojo se transformó en participación electoral.
En ese marco, el peronismo supo capitalizar una parte de la bronca. En la Tercera Sección, bastión histórico del PJ, la victoria fue abrumadora: casi 18 puntos de ventaja. En la Primera Sección, más disputada, también se impuso por alrededor de 8 puntos, según datos que circulaban en el búnker de Somos Buenos Aires. La diferencia es relevante porque indica que una parte del voto que Milei había retenido en el balotaje se desplazó hacia el peronismo, impulsado por el rechazo a Karina Milei y la debilidad del armado libertario en los distritos del conurbano.
Las palabras de los dirigentes lo reflejaban con prudencia. “No está fácil adelantar info de cómo sale la Primera. No hay mesas testigo ni bocas de urna, solo datos aislados y cero rigurosos. El clima es positivo, arrancamos muy de atrás (8 a 10 puntos) y la fuimos remontando. Nos dicen que la remontada no se cortó, pero no sabemos a ciencia cierta hasta dónde llegó. Vamos a tener que esperar los datos oficiales de las 21 para poder decir con certeza qué pasó”, admitían cerca de Gabriel Katopodis, candidato a senador en la primera sección y ministro de Axel Kicillof.
La sorpresa fue mayúscula porque el oficialismo se veía ganador por paliza. Desde la Casa Rosada se subestimó el efecto corrosivo de los audios y un escándalo que atravesó todas las capas sociales. La percepción de impunidad y la centralidad de Karina Milei como principal operadora política del Presidente funcionaron como un catalizador de descontento. El rechazo hacia su estilo de conducción inclinó la balanza.
La elección dejó expuestas, además, las debilidades estructurales de La Libertad Avanza en territorio bonaerense. La postulación de un candidato ignoto como Maximiliano Bondarenko en la Tercera Sección, sin estructura territorial ni anclaje social, contrastó con la maquinaria del PJ y con el enojo ciudadano ya fogoneado por el “Audiogate”. La fórmula resultó letal: un oficialismo confiado, un escándalo que ocupó la agenda pública y una oposición que logró movilizar a su base con la bandera de la indignación.
Lo notable es que el factor determinante no fue un discurso político tradicional, sino un proceso de erosión mediática que encontró en Rial a su principal protagonista. En tiempos de hiperconexión y de desconfianza hacia las instituciones, un conductor televisivo convertido en replicador de filtraciones logró más impacto que los actos de campaña de Máximo Kirchner, replegado en el bunker de San José 1111. Rial no figuró en la lista de candidatos, pero fue sin dudas el gran ganador invisible: inclinó la cancha a favor del PJ y dejó al mileísmo tambaleando en su distrito más difícil.
El mensaje de las urnas es claro: la sociedad bonaerense no se quedó en su casa, salió a votar enojada. Y lo hizo castigando a un gobierno que creyó que el desgaste no lo alcanzaba todavía. Rial, los audios y la economía fueron el cóctel que transformó la apatía en castigo electoral. El peronismo celebró, pero quien mejor entendió el pulso de la gente fue un outsider del tablero electoral.

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