En un Brasil polarizado, donde la política alterna entre bloques ideológicamente opuestos, el país enfrenta meses decisivos tanto en el plano doméstico como en la escena internacional.
En menos de un año Brasil fue anfitrión de tres encuentros claves. La cumbre del G20 en Río de Janeiro, la reunión de los Brics y, próximamente, la conferencia climática COP30 en Belém. Estos encuentros no solo colocan a Brasil en el centro de la diplomacia mundial, sino que también ofrecen a Luiz Inácio Lula da Silva la oportunidad de proyectarse como la voz del Sur Global y referente de América Latina.
El mandatario brasileño demostró en el G20 y en los Brics su habilidad para negociar y construir consensos. En Río logró que Javier Milei firmara una declaración conjunta que inicialmente rechazaba, gracias a la mediación de Emmanuel Macron. En los Brics sorteó el conflicto por la representación africana en el Consejo de Seguridad de la ONU con una jugada pragmática que fue simplemente omitir el tema de la declaración final, lo que permitió un avance inesperado.
Hasta hace poco, Lula registraba un piso de popularidad del 30% y su futuro electoral era incierto. Pero el presidente estadounidense Donald Trump lo ayudó a reposicionarse. La imposición de aranceles punitivos contra Brasil, como represalia por los procesos judiciales a Jair Bolsonaro, fue interpretada por Lula como una injerencia externa. El discurso nacionalista rindió frutos y su aprobación volvió a superar el 40%.
La conferencia climática COP30 en Belém será un examen crucial para la imagen de Brasil. Aunque la deforestación amazónica se redujo, la credibilidad del país sigue cuestionada por proyectos petroleros y gasíferos que contradicen su narrativa verde. A ello se suman las dificultades logísticas de organizar una cumbre de miles de participantes en plena Amazonia. Lula necesita que la COP30 sea un éxito para consolidar su liderazgo global.
En un clima polarizado, las elecciones presidenciales de octubre de 2026 marcarán un punto de inflexión. Bolsonaro, bajo arresto domiciliario y a la espera de juicio por el asalto a las instituciones de Brasilia en 2023, seguramente no competirá. En paralelo, el gobernador de Minas Gerais Romeu Zema, del partido NOVO, anunció su candidatura como una alternativa liberal. Con una gestión y propuesta con foco en la seguridad, la transparencia y el crecimiento económico. Su propuesta incluye retirar a Brasil de los Brics, estrechar vínculos con Estados Unidos y Europa, y ratificar el acuerdo Unión Europea-Mercosur.
La calidad institucional es un desafío estructural. Más allá de los nombres propios, Brasil necesita mejorar la calidad de sus instituciones. La última edición del «Índice de Calidad Institucional (ICI)» (https://relial.org/wp-content/uploads/2025/indice-calidad-institucional-relial-2025-final.pdf), elaborado por el economista de Libertad y Progreso Martín Krause junto a la Red Liberal de América Latina (Relial), ubica a Brasil en el puesto 95° del ránking, justo detrás de Perú y Colombia. Una posición que refleja el potencial desaprovechado, pero también la oportunidad de avanzar hacia un modelo liberal que conecte con las demandas reales de la ciudadanía.
En esta coyuntura, la política exterior de Lula, las tensiones con Trump y la disputa por la presidencia en 2026 se entrelazan ante un mismo interrogante: ¿logrará Brasil transformar su actual protagonismo internacional en un proyecto interno capaz de fortalecer sus instituciones y reducir la polarización?
Director de la Fundación Friedrich Naumann para la Libertad en Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay.