El debate sobre la posibilidad de modificar el huso horario en la Argentina reaparece con fuerza. La medida, aplicada en distintos momentos de la historia del país, busca aprovechar mejor la luz solar, pero también genera efectos en la salud y en la rutina de la población.
Actualmente, más de 70 países del mundo aplican un cambio de horario, conocido como “horario de verano”, con el fin de optimizar el consumo eléctrico y extender las horas de luz natural durante la jornada laboral. Sin embargo, cada vez más naciones cuestionan sus beneficios reales y deciden abandonar esta práctica.
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Qué países aplican el cambio horario
En América del Norte, Estados Unidos y Canadá realizan el cambio dos veces al año: en marzo adelantan una hora y en noviembre la retrasan. En Europa, la mayoría de los países de la Unión Europea también lo aplican, en marzo y en octubre, aunque existe un debate abierto para eliminarlo definitivamente.
En Sudamérica, Chile y Paraguay son los países que aún mantienen el sistema. En cambio, Argentina, Brasil, Perú, Ecuador y Colombia lo dejaron sin efecto en los últimos años, bajo el argumento de que el ahorro energético es mínimo frente a los efectos que produce en la población.
En Oceanía, Australia y Nueva Zelanda también ajustan sus relojes durante los meses de verano, con el mismo objetivo de aprovechar la luz natural. En África y Asia, la práctica es menos extendida y se concentra en países con fuerte consumo eléctrico estacional.
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Efectos sobre la salud y el rendimiento
El cambio horario no implica solo mover las manecillas del reloj. Especialistas en cronobiología explican que el organismo humano necesita entre tres y siete días para adaptarse a la nueva rutina. Durante ese período, pueden presentarse alteraciones en el sueño, dificultad para concentrarse y una disminución en el rendimiento laboral y escolar.
Algunas personas manifiestan irritabilidad, estrés o cambios en el ánimo, mientras que en sectores más vulnerables, como quienes padecen enfermedades cardíacas o respiratorias, los efectos pueden ser más notorios.
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Si bien los defensores del sistema aseguran que permite aprovechar mejor la luz natural y ahorrar energía, los estudios recientes muestran que ese beneficio es cada vez más limitado. Las nuevas tecnologías de iluminación y climatización redujeron el impacto que solía tener el cambio de huso horario en el consumo eléctrico.
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El debate en la Argentina
En el país, el horario de verano se aplicó en distintas etapas, principalmente durante la década de 1990 y a mediados de los 2000. Con el tiempo, la medida fue cuestionada porque los supuestos beneficios energéticos no se verificaban en la práctica y porque los efectos en la salud de la población eran cada vez más visibles.