Fue una pelea feroz. Tensión, reproches, amenazas de rupturas, un llamativo corte de luz a la hora del cierre de las listas… No faltó casi ninguno de los componentes clásicos del folclore peronista. Y la disputa estaba justificada: todas las partes entienden que lo que está en juego es mucho más que el reparto de lugares para la elección legislativa bonaerense. Más bien, lo que está por definirse es si Axel Kicillof se erige finalmente en el heredero y líder del kirchnerismo o si, por el contrario, seguirá siendo una figura a la sombra de Cristina Kirchner.
Por lo pronto, viene ganando pulseadas difíciles. Primero, con Cristina todavía libre, impuso su deseo de separar las elecciones provinciales de las nacionales, en contra de la opinión de la ex presidente, que vio allí un riesgo de debacle electoral en las legislativas nacionales de octubre.
Después, resistió los embates de Máximo Kirchner, quien tras la prisión de Cristina reprochó que el peronismo se hubiera convertido en «un festival de vanidades y egos», una frase sobre la que hubo dudas respecto de a quién estaba dirigida.
Y, finalmente, a contra reloj, el gobernador bonaerense logró imponerse en su pulseada más difícil: reservas para su agrupación las candidaturas en los bastiones históricos del kirchnerismo, incluyendo la tercera sección -el sur y oeste del conurbano, incluyendo el partido de La Matanza-. Además de ser el partido más populoso en un padrón provincial de 13 millones de electores, hay un fuerte contenido simbólico en ese distrito: es el que había elegido Cristina para postularse como candidata, lo cual llevó a que el kirchnerismo puro se sintiera en el derecho a reclamar su derecho a colocar un candidato de la total confianza de CFK.
Con la información disponible hasta la madrugada del domingo, tras el confuso cierre de las listas y con información todavía pendiente sobre el armado final de las listas, el resultado preliminar es el de una unidad formal pero un indisimulable quiebre interno.
El kirchnerismo de La Cámpora, el Frente Renovador de Sergio Massa y el Movimiento al Futuro que apoya el proyecto presidencial de Axel Kicillof concurrirán a la elección bajo el paraguas común de Fuerza Patria. Pero las costuras de la unidad forzada quedaron demasiado a la vista durante la negociación.
Reproches cruzados -en el que los kirchneristas cuestionan la capacidad de Kicillof para conducir el espacio opositor mientras los partidarios del gobernador se quejan sobre las trabas a una renovación peronista que impida la continuidad de Javier Milei en el poder- fueron la música de fondo de la discusión por los nombres.
Una campaña anti motosierra
Kicillof sabe que en los próximos dos años tendrá que demostrar gestión y un proyecto alternativo a la «motosierra» de Milei. Por eso focaliza su comunicación oficial en la obra pública provincial.
Por ejemplo, Pablo López, el ministro de economía de la provincia, destacó que desde que Kicillof asumió la gobernación en 2019, hubo en la provincia una inversión de capital que ya superó los $12 billones. «Un monto equivalente a la totalidad de la deuda que Nación acumula con los bonaerenses», planteó el funcionario.
Y el propio Kicillof sostuvo en su cuenta: «La obra pública puede ser la diferencia entre una vida digna y una vida en el abandono, porque genera trabajo y construye integración, desarrollo, justicia social y futuro- En esta provincia, las obras que transforman la realidad de los bonaerenses no paran».
El mensaje es claro: la denuncia constante sobre los efectos sociales del ajuste fiscal de Milei, y la defensa ante el previsible argumento libertario sobre el derroche de recursos y la gestión ineficiente. Todavía resuenan los ecos de la controversia por el pedido que Milei hizo en febrero pasado sobre una renuncia del gobernador, para poder intervenir la provincia. Y todo indica que esa retórica beligerante contra Kicillof se intensificará.
De hecho, en los últimos días hubo acusaciones desde medios afines a Milei respecto de una deuda del IOMA al hospital pediátrico Garrahan. En la guerra comunicacional, los libertarios hablan sobre pagos pendientes por $4.000 millones, mientras la provincia afirma que lo adeudado es sólo $262 millones.
Lo evidente es que Kicillof es un blanco favorito para Milei, que renovó sus descalificaciones hacia el «inútil soviético» tras la derrota judicial de Argentina en los tribunales neoyorquinos por el caso YPF.
La guerra por la caja fiscal
En todo caso, lo que queda en evidencia es que para Kicillof será vital contar con una legislatura que le dé las herramientas presupuestarias para poder sostener su política de reivindicación de la obra pública.
Sobre todo, cuando los números de recaudación de recursos provinciales muestra una caída en términos reales. Con datos al primer cuatrimestre difundidos extraoficialmente, la variación negativa interanual es de 6% real.
La mayor caída se registra en el impuesto inmobiliario -34%- mientras que Ingresos Brutos perdió un 9,4%. Este último impuesto representa aproximadamente el 80% del ingreso de caja de Kicillof.
Es uno de los tributos más odiados por los contribuyentes, que denuncian una doble imposición con Ganancias. Durante la gestión macrista se había firmado un «pacto fiscal» en el que los gobernadores se comprometían a eliminar gradualmente ese impuesto, pero al llegar Alberto Fernández aquella política se revirtió. Kicillof, lejos de reducirlo, logró al inicio de su segunda gestión un permiso de la legislatura provincial para adelantar cobros.
Con el ARBA como avanzada de su política, Kicillof se lanzó a una caza de «evasores top» que incluyó embargos y escraches a propietarios de embarcaciones de lujo o departamentos de alto valor en la costa y que se encontraban atrasados en sus obligaciones tributarias.
Pero el episodio más tenso fue el del impuesto inmobiliario rural, que generó un conato de rebelión fiscal por parte de los productores agropecuarios. Kicillof se defendió con el argumento de que su reforma tenía un criterio progresivo, que hacía que la mayoría de los pequeños productores tuvieran un alivio del impuesto y sólo una minoría de grandes terratenientes vieran un aumento de la presión.
Con la situación complicada en que se encuentra el campo, se reduce el margen para que el gobernador pueda seguir aumentando la presión fiscal. Por eso, la madre de todas las batallas se peleará en el ámbito nacional. Kicillof tiene mucho que ganar si los gobernadores logran imponerle a Milei los proyectos para que los Aportes del Tesoro Nacional dejen de estar bajo el manejo discrecional de la Casa Rosada y se transfieran automáticamente a las provincias.
Las cifras son contundentes: según una estimación de la Fundación Mediterránea, Kicillof apenas recibió $3.636 millones en el último semestre, mientras que, si el proyecto de reforma queda firme, pasará a ingresar a su caja $70.791 millones en la segunda parte de este año.
El riesgo del efecto boomerang
Pero ahora falta pasar la prueba de las elecciones legislativas provinciales de septiembre, y luego las nacionales de octubre. Y las encuestas no son esperanzadoras para el gobernador: marcan que la flamante alianza entre La Libertad Avanza y el PRO podría imponerse con un 41% de los votos, mientras el peronismo unido en Fuerza Patria sólo llegaría al 33% de los sufragios.
Peor aun, la imagen de Kicillof concita un rechazo de 57% de la población provincial, una cifra que supera el 53% del presidente Milei.
De manera que la jugada de Kicillof es arriesgada. El haber tensado la discusión con La Cámpora -en definitiva, con Cristina Kirchner- lo expuso a una situación en la que asumirá personalmente el mayor peso por el resultado.
Antes de que Cristina fuera condenada, Kicillof podría salir relativamente indemne ante el caso de una derrota peronista en la provincia, alegando que en realidad el electorado estaba reclamando la renovación con nuevos liderazgos.
Pero ahora, con sus propios aliados encabezando las listas del conurbano y con la figura del gobernador monopolizando la campaña electoral, una derrota en las urnas podría poner una nota de duda sobre la viabilidad de su proyecto presidencial para 2027.
En definitiva, esta interna conlleva el riesgo de convertirse en una victoria pírrica para el gobernador, que pese a sus esfuerzos, no logra cortar su dependencia con el centro gravitacional del peronismo recluido en San José 1111.