El cinismo de Trump y la propuesta nazi de 1920
El presidente de Estados Unidos se coló en los festejos del Chelsea en el Mundial de Clubes
El escritor, cómico y periodista, Andy Borowitz, atribuye a las redes sociales una gran parte de la culpa y glorificación de la ignorancia: el desdén hacia las fuentes contrastadas de información, el encierro hacia la burbuja sectaria de la propia tribu, lo ilusorio y neurótico del activismo digital. Incide, además, en el misterioso desprestigio que se viene dando en las sociedades heredadas de la Ilustración, en el aprendizaje de saberes sólidos, de lo bien pensado, de lo que requiere esa forma de entrega que nace de la alianza entre la racionalidad y la pasión. Tal vez sea esta la respuesta de por qué hoy mandan los que mandan y por qué obedecen los que obedecen.
Se extiende la sumisión de un mundo que se debilita en las formas éticas de solidaridad y de pensamiento propio. Frente a la aburrida moderación de los tibios, contra la soporífera idea de medir cada frase, se nos induce a dudar si un saludo nazi es un saludo nazi. Debemos estar muy atentos a como se vacían las ideas. Seguir considerando lo que es repugnante como repugnante, como la idea antiinmigración de que “solo los miembros de la nación pueden ser ciudadanos del Estado”, propuesta formulada, precisamente, en el punto 4 del programa nazi de 1920. El pasado no es solo historia, es también memoria.
De un cinismo extravagante es la sonrisa de “amiguete” que muestra en la foto Donald Trump, rodeado de jugadores inmigrantes o de origen migratorio (23 de 38 en la plantilla del Chelsea y 27 de 32 en el PSG), consciente que cuando se baje del escenario continuará con el levantamiento de muros de hormigón supremacista en las fronteras. La fiesta terminó pronto, no sea que alguno de estos negritos talentosos decida quedarse en el país. ¿Cuantos jugadores del Chelsea o del PSG rechazaron las “gracietas” del monarca ultra, ejecutor de la ley más salvaje de deportación migratoria y de un odio psicótico ante todo lo que huela a inmigración? Tal vez deberían haber escuchado con antelación algunas perlitas incunables del magnate. “Están trayendo sus drogas, sus crímenes, son violadores”. “Necesitamos un muro en la frontera, ahorraría mucho dinero. Vamos a crear una fuerza armada para la deportación”. “Pido que se prohiba la entrada a todos los musulmanes, quieren volar nuestros edificios, nuestras ciudades”. Una última, de sainete delirante: “En Springfield (Ohio) los inmigrantes se están comiendo los perros y los gatos de los estadounidenses”.
El Mundial de Clubes pasó, como diría Pound, “como un ratón de campo, sin agitar la hierba”. Eso sí, la FIFA se embolsó 2.700 millones de dólares. Era su cometido. Los equipos europeos no se lo tomaron muy en serio. La encuesta de un medio francés desnudaba hace unos días que los hinchas del continente prefieren ser campeones de la Champions que del Mundial de Clubes. El mordisco ya se hizo efectivo. Ahora quien le quita la presa a los buitres leonados del fútbol como negocio privado.
Con Trump a la cabeza, un grupo de enajenados de extrema derecha se han apropiado de la palabra “libertad”. Libertad para violentar, para mentir, para quitar derechos, para empobrecer. Sin saber que la pobreza es la negación explícita de la libertad, y la pobreza intelectual que nos asiste vendría a ser la negación explícita de la razón como herramienta para liberarse de formas de explotación. Esa autoproclamada “libertad neofascistoide” donde la barbarie se ha convertido en el máximo lujo de los privilegiados.
(*) Periodista, ex jugador de Vélez, clubes de España y campeón mundial 1979