Maurice Ravel y Thomas Mann, brillantes luceros del agitado siglo XX

Dos grandes artistas coincidieron en el año de su nacimiento, y se cumplen en 2025 ciento cincuenta años. Pero sus vidas se extendieron por rutas divergentes; Maurice Ravel fue un gran compositor admirado por sus innovaciones en el campo del impresionismo; Thomas Mann se destacó como prosista de cuentos e importantes novelas. Ambos atravesaron los tiempos más notables de la belle époque, tanto en sus manifestaciones artísticas como en la mentalidad que predominaba en la cultura europea. Esta época fue objeto de muchos textos que se mantuvieron vigentes por un largo tiempo. La belle époque ha dejado profundas huellas en la cultura. Tanto es así que se la cita e imita con escaso pudor. Y así como vivieron el punto más alto de la productividad europea, se “suicidaron” rápidamente en aspectos que se precipitaron en la Primera Guerra Mundial. Mientras Ravel trató de mantenerse al margen de los conflictos (aunque fue enviado a manejar un camión de guerra), Mann expresó su nacionalismo alemán de forma mucho más exaltada y por esa razón tuvo que mantenerse activo en los años más críticos de su país. Sus biografías son difíciles de comparar, aunque similares en la fama que continuó a sus vidas.

Maurice Ravel hubiera cumplido ciento cincuenta años el 7 de marzo. Es considerado uno de los mayores compositores franceses del siglo XX. Entre sus obras más conocidas se suelen citar: Bolero, Pavana para una infanta difunta, La Valse, Concierto para piano en sol mayor, Mi madre, la oca y Dafnis y Cloe.

El Bolero es su creación más conocida. Es una melodía que se repite de forma insistente, pero agregando sonoridad en cada repetición. Esto produjo admiración y sorpresa. Varios bailarines intentaron apoyarse en su originalidad para convertirla en una pieza extremadamente llamativa. Por ese motivo accedió al cine y a diversos escenarios. Pero antes del Bolero, Ravel ya era apreciado como uno de los más brillantes autores de la escuela impresionista. Se lo consideraba el mejor sucesor de Debussy, con quien había compartido años de estudio y diálogos. Pero numerosos musicólogos lo criticaban con dureza. No era fácil apreciar sus innovaciones. Directores de orquesta y pianistas intentaron difundir su producción en sucesivos conciertos. Pero no obtuvieron la resonancia deseada. El color de sus frases musicales generó sorpresa y esfuerzo para inyectarles la emotividad pretendida. Fue el creador de una sociedad para promover la música vanguardista, pero sus competidores en Francia no la aceptaron. Por eso se sorprendió al advertir que fuera de su patria era mejor reconocido. Los estudiantes se sorprendían por las exigencias de extremados pianísimos o ritmos locuaces.

Le gustaba viajar y se interiorizó en diversas expresiones musicales y artísticas. Eso se puede comprobar en los múltiples estilos que exhibe su música, desde expresiones de carácter español hasta ballets rusos.

Muy lejos explotaba la novedad del jazz, gracias a la magnifica Rhapsody in Blue de George Gershwin. Ravel invitó y recibió al nuevo vanguardista americano. Entre ellos hubo un intercambio por sus innovaciones rítmicas en las respectivas composiciones. Ambos fueron motivo de explosivas manifestaciones de admiración. Gershwin murió siendo muy joven y casi lo mismo sucedió con Ravel. Ambos fallecieron en 1937. Dejaron un vacío que se comentó con pesar en los ámbitos musicales más avanzados.

El legado de Ravel se percibe en su permanente vigencia. Numerosos pianistas y directores de orquesta se regocijan al interpretarlo, como si fuera un producto extremadamente novedoso.

Thomas Mann nació el 6 de junio de 1875; fue un amante exaltado de Alemania y por esa razón escribió novelas de gran tamaño. Fue citado de forma insistente y tenía un estilo muy poderoso. Sus obras más conocidas fueron Los Buddenbrook, La montaña mágica, José y sus hermanos y La muerte en Venecia. Esta última suscitó el entusiasmo de grandes cineastas y la filmación de una película que tuvo éxito universal.

Por su primera gran novela le otorgaron el Premio Nobel de Literatura en 1929.

Fue estudiado por grandes ensayistas del siglo XX; por ejemplo, Stephan Zweig le dedica muchas páginas en su conocido ensayo El mundo de ayer. Todo esto aumentó el rechazo que el régimen nazi proyectó sobre su vida y su obra. El mundo democrático lo admiró y reeditó con entusiasmo.

La montaña mágica es un extenso volumen que se consideró raíz de grandes obras literarias. Su lectura es absorbente y muy ilustrativa. En él, Thomas Mann describe la psicología y los hábitos más enraizados de su pueblo antes de la Primera Guerra Mundial. La difícil traducción no frenó numerosas reediciones en diversos idiomas, y la exaltación del odio nazi. Mann insistió en la criminalidad del partido absolutista y fue uno de los pocos grandes autores que jugaron su vida y su prestigio para condenarlo. También, a pesar de inicialmente apoyar al nacionalismo alemán y al segundo Reich, después de la guerra varió hacia la democracia y el pacifismo. Se trasladó a Estados Unidos, donde fue celebrado en diversas universidades y por casi todas las expresiones periodísticas, mientras que en Alemania la propaganda oficial lo criticaba severamente por haberse alejado de su país. Era exaltado como uno de los genios que produjo Alemania antes y durante la etapa nazi. La montaña mágica es un producto enciclopédico que genera sorpresa y admiración.

Pero su estadía en Estados Unidos fue difícil porque su prosa generaba controversias. Era un talento democrático que no cedía ante las múltiples atracciones que pretendían ejercer los regímenes imperantes. Thomas Mann asumió una posición neutral pero democrática.

Al terminar la Segunda Guerra, su situación empeoró debido a los conflictos geopolíticos enardecidos. En Estados Unidos, un sector lo consideraba aliado de Stalin, y otros, su enemigo. Para escapar de ambas falsas acusaciones optó por exiliarse en Suiza. Allí crecieron sus manifestaciones psicosomáticas, que se expresaron finalmente con una trombosis en la pierna izquierda. Pese a los buenos tratamientos, su salud empeoró y terminó internado hasta su agonía final. Siguió escribiendo hasta los últimos días de su existencia. Muchos lo acercaban al talento de Goethe, aunque no cultivaba la poesía. Mann falleció a los ochenta años, en 1955.

En su momento, tanto Ravel como Mann fueron condenados por los colegas de sus países. No le perdonaban a Ravel haberse distanciado de la música clásica y a Thomas Mann porque en algún momento aflojó su oposición al nazismo. Con el tiempo ambas posturas se modificaron. Ravel se mantiene como maestro de la música clásica francesa y Thomas Mann, como un escritor de rica fertilidad. Los dos son reconocidos como poderosos innovadores. Ravel suena con frecuencia en los conciertos y Mann es utilizado para películas. Ambos brillan como luceros del agitado siglo XX.


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