“Nosotros estamos alineados con Estados Unidos e Israel”, repite el presidente Javier Milei. El Gobierno, no obstante, estaría logrando algo que algunos de sus antecesores hubieran deseado: un delicado equilibrio entre las exigencias de su principal aliado, Estados Unidos, y del segundo socio comercial más importante para la Argentina, China.
En la última semana dio una muestra de ello. Primero, a días de celebrar la victoria de Donald Trump en Estados Unidos, el Presidente logró una reunión bilateral con el líder chino Xi Jinping en el marco del G20. Tal vez, Xi Jinping no mostró con Milei la calidez que luego expresó con el anfitrión, el brasileño Lula da Silva, socio estratégico de China en tiempos en los que Trump amenaza con desatar una guerra comercial global. Pero la reunión fue lo suficientemente amable como para que las cuestiones comerciales entre ambos países se mantuvieran sobre rieles.
Hay varios temas pendientes en la agenda: la renovación del swap (préstamo) que el Banco de China dio al Banco Central (BCRA) y la reactivación de las obras de las represas Cepernic y Kirchner, en Santa Cruz, son dos de los más importantes.
Luego, apenas dos días después de aquel encuentro, el Gobierno publicó en el Boletín Oficial los pliegos para concesionar la Hidrovía, la principal autopista por la que sale del país el 80% de las exportaciones. Allí, el Gobierno procuró hacerse eco de un pedido histórico de Estados Unidos (de administraciones demócratas y republicanas por igual): dejar fuera la posibilidad de que el gobierno chino participe como concesionario.
La administración mileísta lo hizo sutilmente en el artículo 16 del pliego, en el que especifica que “no serán aceptados como oferentes o integrantes de una asociación toda persona jurídica que sea controlada, directa o indirectamente, por Estados soberanos o agencias estatales, en el capital, en la toma de decisiones, o en cualquier otra forma”. En otras palabras, ninguna compañía china en la que el Estado tenga injerencia califica para la concesión. Un regalo anticipado para el amigo Donald.
Aunque es cierto también que, mientras que los embajadores de todos los países europeos se ocuparon de tocar las puertas del Gobierno para expresar su interés por el negocio, no hubo en ningún momento una visita del representante chino. Ya harán saber cuáles son sus prioridades. La estrategia de Beijing, describen los especialistas, es de una “paciencia estratégica” en la relación bilateral.
A comienzos de año, y en línea con un pedido de Estados Unidos, la administración de La Libertad Avanza (LLA) también había bajado la directiva al entonces secretario de Innovación, Ciencia y Tecnología, Alejandro Cosentino, de limitar el acceso de China a las licitaciones que se hicieran en el área de telecomunicaciones, donde la empresa Huawei pisa fuerte.
No está claro que tras la renovación del swap que hiciera el Banco de China a mediados de año, esta directiva se mantenga ahora tal cual. Para Estados Unidos, la cuestión del 5G tiene un valor estratégico central, dada la cantidad de datos que se administran por las redes. Habrá que esperar los pliegos. El actual secretario de Innovación, Darío Genua, acaba de participar, hace dos semanas, de una visita a la base satelital que tiene China en Neuquén, de la mano del embajador Wang Wei. En todo momento, está claro que el Gobierno deberá realizar un delicado equilibrio entre sus socios.
Para la administración de Milei, que aspira a abrir la economía argentina al mundo, las cuestiones comerciales adquirirán cada vez más preponderancia en la agenda. Todavía en el ámbito diplomático no abandonan la esperanza de que en los primeros días de diciembre, en la cumbre del Mercosur que se desarrollará en Uruguay pueda realizarse algún anuncio con respecto al postergado acuerdo de libre comercio con la Unión Europea (UE). No están saldadas las diferencias entre las partes, pero una vez más, no parecieran ser insalvables.
Eso explica que se hayan renovado las protestas de los agricultores en Francia. Y que, incluso, en un acto de nacionalismo, el CEO de la cadena francesa de supermercados Carrefour, Alexandre Bompard, haya publicado ayer en Francia una carta en la que se compromete a no comercializar cortes del Mercosur en caso de sellarse un acuerdo de libre comercio con la UE. Todos los países conocen su público. Bastaría con aclarar que la cuota de carne que sumaría el Mercosur con el acuerdo es ínfima: son 90.000 toneladas con cero arancel para todo el bloque (que todavía ni siquiera definió cómo se repartirán entre sus cuatro miembros). Solo la Argentina exportó el año pasado a la UE 49.000 toneladas, lo que equivale a unos US$ 500 millones. No son muchos los lomos extra que llegarían a Francia ante un eventual acuerdo.
En el mercado, la mirada de corto plazo sigue estando en el Banco Central y en la posibilidad de que se anuncie en algún momento la ansiada unificación cambiaria. Con la brecha cambiaria en valores mínimos desde 2019 -ya la diferencia entre el dólar que pagan los importadores y el libre es mínima-, más de uno se ilusiona con que sea pronto. Una movida de marketing, con un posteo enigmático en la red X que hizo Ariel Sbdar, de Cocos, provocó una horda de llamados en las últimas 48 horas a funcionarios del Ministerio de Economía y del Banco Central.
El posteo, que luego se sabría, apuntaba al lanzamiento de una tarjeta de crédito en dólares, hizo que muchos especularan con la eliminación de una circular -la 7340-, que impide que quienes operan dólares en el mercado bursátil luego puedan acceder al mercado único y libre de cambios (MULC). La realidad es que en el Banco Central en ningún momento se pensó en el corto plazo eliminarla. “Mientras haya una restricción de acceso al mercado de cambios, esa norma debe vivir”, reconocieron desde el Gobierno. “Cero chance [de sacarla]”, insistieron.
De todas maneras, se cierra una gran semana financiera para el oficialismo, que entra a diciembre -siempre un mes que genera respeto en la administración pública-, con el peso fortalecido, las reservas internacionales creciendo, el crédito privado expandiéndose a razón de dos dígitos en los últimos 30 días, y las tarifas ya convergiendo a valores más similares a los que cuesta producir la energía.
Todo indica que, de continuar así, 2025 luce más que auspicioso. Solo resta saber si finalmente el equipo económico tendrá su ansiado acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), y si incluirá algo de dinero fresco. Trump recién asumirá la presidencia de Estados Unidos el 20 de enero. Difícil que haya novedades antes. El desafío para el ministro Luis Caputo será haber convencido para entonces a los otros accionistas del FMI que, aunque no tienen poder de veto como Estados Unidos, son votos imprescindibles para que el acuerdo salga.
Para el sector privado se vienen meses desafiantes. La competencia en algunas industrias empieza a ser feroz. En el sistema financiero, los trascendidos de que Mercado Libre tendría intenciones de comprar o sacar su propia licencia bancaria provocaron un tembladeral. La realidad es que hasta ahora no hay siquiera un papel presentado ante la autoridad monetaria, según fuentes al tanto del tema.
Cualquier proceso no demora menos de 6 meses, en el mejor de los casos. De suceder, Marcos Galperín ya no haría la guerra desde afuera, sino desde adentro de la propia industria. En el Banco Central están atentos a los reclamos del sistema. Hay una idea de que habrá que igualar la cancha en materia de lavado de dinero y gobernanza, entre otras cuestiones, para los bancos y proveedores de servicio de pago, como Mercado Pago. En algunas cosas, por más que los libertarios lo combatan, el Estado está listo para cubrir fallas del mercado
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